martes, 17 de julio de 2012

La Regenta de Leopoldo Alas Clarin


La Regenta 
de Leopoldo Alas Clarin 


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Alba - España - 1998
Tapa dura
666 páginas
Una novela escrita en el siglo XIX, narrando la caída de una mujer casada en el adulterio, y de trasfondo, una dura crítica social. Éste es un patrón que se ha repetido muchas veces con éxito en la historia de la Literatura y que, aunque pueda parecer asombroso, logra conmovernos todavía hoy.
La clave está en la capacidad de Clarín para trascender lo superficial de su época y de la sociedad que retrata, para adentrarse en una plasmación psicológica, espiritual y anímica de sus personajes, volviéndolos absolutamente humanos, creíbles y capaces por tanto de emocionarnos siempre. Pero, además, el autor logra imbricar perfectamente a estos personajes en el entramado de la sociedad que para ellos crea, de manera que respondan a sus presiones y busquen sus galardones, otorgando de esta forma perspectiva al conjunto de la historia.
Esa Vetusta, trasunto de Oviedo, rancia y pacata, sorprende sobre todo por la falsa moralidad de sus habitantes de abolengo. Una falsa moral que, como de costumbre, es aplicada con desparpajo por los hombres y a la cual las mujeres se pliegan, sabedoras de que el castigo por una pasión es para ellas más duro que para sus compañeros. Un erotismo mal reprimido empapa la circunspección de la buena sociedad vetustense, en contraposición a la vital entrega de las clases trabajadoras, que no necesitan guardar unas apariencias que todos anhelan burlar.
La Regenta es, en este légamo de pasiones insatisfechas o mal disimuladas, la personificación de la virtud. Ahora bien, no lo es por mojigatería o por hipocresía: simplemente tiene un carácter extremoso que le impide saber a ella misma qué desea. Es una mujer joven casada con un hombre mayor, que no le presta las atenciones que debiera, de tal manera que la insatisfacción se apodera de su vida.
La Regenta necesita un objetivo sobre el que volcar su pasión pero, descartado su esposo, la desorientación domina su vida. Su rectitud y un sentimiento de lealtad hacia su marido, le hace despreciar las atenciones de los galanteadores; cree que un hijo vendría a librarla de su sentimiento de soledad, pero comprende que esto es imposible.
Por otra parte la Regenta está aquejada de un fuerte sentimiento de superioridad hacia cuantos la rodean. Les desprecia de forma casi visceral, y entrar en la feria de bajas pasiones en la que ellos mercadean le repugna. Así las cosas, vuelve los ojos hacia el único ser superior que conoce en Vetusta, el provisor Fermín de Pas, prebendado de la catedral.
Fermín de Pas se convierte en el padre espiritual de la Regenta. Codicioso y soberbio, arrastrado también por las bajas pasiones que parecen gobernar la ciudad, el provisor cree descubrir en la Regenta un alma gemela con la que compartir las dichas espirituales de la fe. Clarín logra transmitir hábilmente la gradación de sentimientos de un hombre que se siente señor del alma de su feligresa y descubre, titubeante, que desea ser señor de su cuerpo.
Pero, sobre todo, donde brilla la capacidad del autor para reseñar los vericuetos de una mente es en la psicología de la Regenta: permanentemente insatisfecha, oscila entre el deseo de entregarse a una pasión espiritual u obedecer a la pulsión de la sangre joven, que la inclina a ceder al asedio de Álvaro de Mesía, el don Juan de Vetusta; un don Juan ya algo estragado que no sabe si podrá corresponder al frenesí que intenta provocar.
A pesar del verismo con que el autor recoge los vaivenes de un alma compleja como la de la Regenta, y junto a ella la del Provisor, o la insustancial de Mesía, y de la indudable hondura que esto confiere a la obra, “La Regenta” es una obra increíblemente divertida. Clarín logra dar un sesgo terriblemente irónico y en ocasiones incluso sardónico a sus descripciones, e incluso a las motivaciones de sus personajes. Sin mucho comedimiento, los tacha de zafios, ignorantes y falsos y se burla de ellos sin compasión, lo que sin duda contribuye a humanizar a los personajes, pero también, sin duda, a aligerar el discurrir de la historia y arrancar una carcajada al lector.
Una excelente novela para enfrascarse en ella aprovechando las vacaciones. O en cualquier ocasión.

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