lunes, 3 de febrero de 2014

Un accidente llamado Norah Lange por Edwin Williamson

Lanzamiento de la novela de Norah Lange 45 días y 30 marineros (1932). En el centro con barba, está Girondo, y abajo del cartel, a la derecha, Neruda. Como sirena, la autora.

Textos de Norah Lange en www.ayconstanza.com

En julio de 1924, la familia de Borges regresó a Buenos Aires después de pasar un año en Europa. Jorge Luis (“Georgie”) ahora tenía 24 años y escribía poesía desde la adolescencia. En España se vio influido por un grupo de poetas de vanguardia llamado “El Ultra” y concibió el proyecto de llevar la modernidad literaria a Argentina. En octubre leyó el Ulysses de James Joyce, publicado en París el año anterior, y escribió sobre este libro una reseña exultante en la que se felicitaba —son sus palabras— por ser “el primer aventurero hispánico que ha arribado al libro de Joyce”. Joyce le parecía un espíritu afín que lograba para los irlandeses lo que el propio Borges avizoraba, en forma vaga, para los argentinos. Al mismo tiempo crecía su fascinación por una chica de 17 años llamada Norah Lange. El 26 de octubre Borges le escribió a su amigo Guillermo de Torre que pensaba traducir un pasaje del Ulysses, y en esa misma carta menciona por lo menos tres veces a Norah Lan­ge. Un mes o dos antes se había propuesto ayudarla a publicar un primer libro de poemas llamado La calle de la tarde. Borges había negociado los términos con Samet, el editor, y escribió el prólogo. Consiguió que el libro fuera reseñado y que una muestra de los poemas saliera en la revista Martín Fierro, junto con su prólogo, en el que elogiaba a Norah por su alto lirismo: ella era “pre­clara por el doble resplandor de sus cren­chas y de su altiva juventud” y “leve y altiva y fervorosa como bandera que se realiza en el viento”. Buena par­te de la atracción que Norah ejer­cía sobre él provenía del exo­tismo de la familia Lange. El padre, Gunnar Lange, era noruego, mientras que la madre, Berta Erfjord, era hija de un noruego y de una irlandesa, si bien había nacido en Argentina. Norah, la cuarta de seis hijos, nació el 23 de octubre de 1906 y creció en los suburbios de Buenos Aires en un ambiente culto, liberal y políglota.

Un atributo particularmente insólito de Norah Lange era su melena roja. Esta cualidad, exótica en un país latino, solía asociarse en el mundo hispánico con maleficios y hechicería. Norah creció como el marimacho de la familia, destacándose por sus fugas y sus bromas pesadas: una de las favoritas durante la primera adolescencia era calarse un poncho y un sombrero de ala ancha y subirse al tejado desde donde se ponía a gritar parrafadas incomprensibles en varias lenguas, salpicadas de insultos y risotadas, alarmando a los vecinos. Pese a esta personalidad extrovertida en apariencia, Norah seguiría siendo una suerte de enigma para sí misma, y este misterio interior sería la fuente de su creatividad.

Borges era extraordinariamente susceptible al aura romántica de los hombres de acción, y el apego de Norah a la memoria de su padre, un notable explorador que murió cuando ella era apenas una niña, sin duda acrecentaba su aureola. De otro lado, los Lange estaban emparentados con el distinguido novelista y autor teatral noruego Alexander Kielland, lo que significaba que Norah, al igual que Borges, podía ufanarse de contar con escritores, además de héroes, entre sus antepasados. Para rematar, las dos familias estaban vinculadas por un matrimonio, pues la tía de Norah estaba casada con Frank, el tío de Borges, lo que conver-tía a Norah y a Georgie casi en primos.

Así pues, la atracción que ejercía Norah era compleja: su pelo rojo hablaba de pasión, pero su pálida tez de escandinava evocaba la pureza de un ángel, y esta tentadora mezcla entre fuego e inocencia fue algo que ella supo plasmar en unos poemas soñadores, cargados de pre­moniciones eróticas. Los poemas, por lo demás, pintaban un paisaje no muy distinto del que pintaba Borges, siendo uno de sus temas favoritos la puesta del sol sobre los barrios que quedan al borde de la pampa.

En octubre de 1924, más o menos en la época en que publicó La calle de la tarde, Norah empezó a invitar a Borges y a un selecto grupo de amigos a hacer la fiesta todos los sábados en su casa. Se recitaba la obra de cada cual, discutían sobre literatura y asuntos varios y bailaban tangos tocados al piano. Estas fiestas pronto se convirtieron en el punto culminante de la semana de Norah: ella escribió que vivía “en lenta pregustación del sábado, cuya tarde se alumbra de golpe con la presencia de Georgie”. Así mismo lo veía Borges, de suerte que estas fiestas llegaron a convertir la casa de Norah en la calle Tro­nador en el santuario íntimo del grupo literario.

Borges creía haber encontrado en Norah una nueva fuente de inspiración que tal vez inyectaría energía en su escritura. En enero de 1925 él publicó su versión de la última página del Ulysses —un aparte del famoso soliloquio erótico de Molly Bloom— en lo que es la primera traducción al español de un texto de James Joyce. Para mediados del año siguiente, las relaciones de Borges y Norah Lange habían alcanzado un grado de intimidad sin precedentes. Uno de los poemas que ella escribió en esta época sugiere un encuentro tanto erótico como emocional: Norah se describe a sí misma en una visita al amante como si ella fuera el rocío que cae sobre el botón recién abierto de una rosa roja; el corazón le palpita de felicidad, sabiendo de la fiesta que le espera en los labios de él, y alcanza a imaginarse penetrada, a la manera de la luna en el silencio de la noche.

Este sentido de comunión en el amor iba a ejercer una poderosa influencia en las ideas literarias de Bor­ges. En 1926 publicó el texto “Profesión de fe literaria”, en el que asemeja la transacción entre el lector y el autor a “una confidencia”, cuya base reside en “la confianza del que escucha y la veracidad del que habla”. Para él, “to­da poesía es plena confesión de un yo, de un carácter, de una aventura humana”, y por lo tanto los lectores han de tener “codicia de almas, de destinos, de idiosincrasias, codicia tan sabedora de lo que busca, que si las vidas fabulosas no le dan abasto, indaga amorosamente la del autor”. Concedía, sin embargo, que “a veces la sustancia autobiográfica, la personal, está desaparecida por los accidentes que la encarnan y es como un corazón que late en la hondura”.

Escribir, para Borges, era al mismo tiempo creación y descubrimiento, ya que el autor permanecía abierto a un misterioso poder que le revelaría la esencia de sí mismo y su relación con el mundo. Y en lo que le concernía, ese poder conductor lo encarnaba Norah Lange: ella le había inspirado la poética ultraconfesional del corazón y era quien, ojalá, llevaría a fruición armónica los varios elementos que coexistían en conflicto y desorden en su concepción de sí mismo. (Fuente)

2 comentarios:

Alen dijo...

Mal indicado está Neruda en la anotación a la foto.
El chileno está ubicado encima de Nora, tercero de izquierda a derecha
según se mira la foto, entre quienes están de pie.
Su rostro empieza donde termina de escribirse el nombre de Nora, bajo la escalera.
Hecho a considerar puesto que se dice que el Nobel, fue fugaz amante de Norah.

Alen dijo...

Por cierto, celebramos un aniversario más de la muerte de Jorge Luis

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