lunes, 22 de marzo de 2010

IBIS de Jose Maria Vargas Vila

IBIS

de Jose Maria Vargas Vila
Adela, la protagonista, recuerda de cerca la figura del ángel caído. Es víctima inocente de la sociedad que la abandona; hija de una aventura juvenil del maestro que no la reconoce y una cortesana, representa no un caso más de perversión femenina sino el acto de insubordinación presente en todo acto de creación; no es la madre bondadosa, sino la energía arrolladora que trasiende la nocion de bien y de mal; su hermosura no pertenece a los mecanismos ideológicosque regulan el erotismo y la sexualidad.

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Una bella edicion en impecable estado,
tapa dura.
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José María Vargas Vila

(Bogotá, 1860 - Barcelona, 1933) Escritor colombiano. Con estudios incompletos, se dedicó al periodismo y a la política. Entre las publicaciones que fundó sobresale la revista Némesis, que redactó y dio a la imprenta en Nueva York y en París. Combatió las reformas del presidente Rafael Núñez y tomó parte como secretario del general Daniel Hernández en la revolución de 1884, en la que los radicales fueron aplastados; escondido, José María Vargas escribió sus Pinceladas sobre la última revolución de Colombia: siluetas bélicas, y se refugió en Venezuela, de donde pasó a Estados Unidos.
Vuelto a Venezuela en 1893, fue secretario del presidente Crespo, a cuya caída volvió a emigrar. Nueva York, París, Barcelona, Madrid, Roma y Venecia fueron las ciudades donde residió en diversas etapas de su vida; representó como cónsul al Ecuador en Roma (1894) y a Nicaragua en Madrid (1904), pero en 1923, en plena y discutida gloria, recorrió diversos países de América dando conferencias.
No destacó en su poesía (Pasiosarias) y escribió veintitantas novelas, algunas de las cuales fueron muy leídas, como Aura o las violetas (1887), Flor de fango (1895), Ibis (1900), Las rosas de la tarde (1900) y El cisne blanco, novela psicológica (1917), pero que difícilmente resistirían una crítica seria desde diversos ángulos, pese a las discutibles calidades de su estilo.
Más estimable es su sinceridad demoledora, en busca de una mayor libertad y una mejor justicia, aunque siempre con las infecundas características del francotirador, en sus ensayos, como Césares en la decadencia y La muerte del cóndor, a los que podemos añadir Los providenciales (1892), recogidos después en Los divinos y los humanos (1904), Ante los bárbaros (1902) y Laureles rojos (1906). Dejó también, entre otros muchos escritos, un trabajo sobre Rubén Darío (1917); una Memoria inédita y algunos cuentos en Mis mejores cuentos, que publicó en 1922.

De raíz romántica, formación modernista y temperamento rebelde, atrabilario y egocéntrico, admiró a D'Annunzio y a Nietzsche, pero no supo tomar de ellos lo mejor. Sin embargo, su obsesión liberal y estética, movida por su frustrada ambición creadora, dan a su obra un interés indudable, que podrá discutirse, pero que no se puede silenciar en el estudio de las letras hispanoamericanas. (fuente biografia aqui)


 

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