LA SOLEDAD DEL CORREDOR DE FONDO
de Alan Sillote
Traduccion de Baldomero Porta
Seix Barral - España - 1969
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UNICO EJEMPLAR
Este es uno de esos libros que se te quedan en la cabeza para siempre.
Se trata de un conjunto de relatos cuyos personajes pertenecen a la clase obrera y viven en barrios marginales, en la Inglaterra de la posguerra. Son jóvenes rebeldes, que están hartos de todo lo que les rodea, una generación antisistema. No en vano Alan Sillitoe pertenece a ese grupo de escritores que se aglutinó bajo el nombre de «angry generation», a la que pertenecen también Kingsley Amis, John Osborne y el último Premio Nobel de literatura, Harold Pinter. Aunque, a este respecto, Sillitoe dijo: "Yo no podía pensar en términos de ser considerado un joven enojado porque, por supuesto, no puedes escribir con ira. Si escribes en ese estado la escritura no será buena; para hacerlo debes estar frío, calmado".
No obstante, sus personajes sí suelen estar enojados, especialmente el protagonista del primer relato de este libro, el que le da título, quien nos dice: "En primer lugar, estos funcionarios asquerosos no son tan tontos como aparentan la mayor parte del tiempo y, en segundo lugar, yo tampoco lo soy tanto como para intentar huir mientras corro, porque escaparse y que luego le cojan a uno es un juego estúpido que a mí no me convence para nada". La historia de un joven ladronzuelo que cumple condena en un reformatorio y que tiene unas especiales aptitudes para la carrera de fondo, por lo que lo incluyen en unas competiciones de cross en las que participan instituciones de toda Inglaterra, se convierte en un relato sobre la dignidad de los vencidos, sobre la oposición al poder, sobre aquel que no tiene nada a lo que agarrarse más que a sí mismo. "Ellos pueden pasarse todo el día espiándonos para ver si hacemos alguna de las nuestras, si trabajamos bien o si hacemos «atletismo», pero no pueden sacar una sola radiografía de nuestras tripas para averiguar qué nos estamos diciendo a nosotros mismos". Esta historia fue llevada al cine en una magnifica película del mismo título.
El resto de los relatos cumple con las pautas marcadas por la primera narración. Y, aunque quedan un poco deslucidos tras la deslumbrante primera historia, mantienen la calidad y el interés. Sin duda, podemos encontrar joyas entre ellos, como "El cuadro de la barca de pesca", en la que nos enfrentamos a la extraña relación que surge entre una pareja después que se ha separado, a raíz de un cuadro. Empieza así: "Soy cartero desde hace veinticinco años. Fíjense en esta primera frase: como está escrita de un modo sencillo, parece que es importante el hecho de que haya sido cartero tanto tiempo, pero comprendo que esto no significa nada en absoluto". La miseria y las duras condiciones de vida que imperaban en el Londres de la posguerra quedan perfectamente plasmados en "El arca de Noé", centrado en dos amigos que se disponen a gastar el poco dinero de que disponen en una feria. "Sábado por la tarde" comienza diciendo "una vez vi cómo intentaba matarse un tipo". Sin duda una frase así es capaz de enganchar a cualquiera. Con este relato, el lector se introduce en una historia que sólo puede calificarse de esperpéntica. "Tío Ernest" nos habla de la soledad, de los recuerdos, de los prejuicios, de la desconfianza... "El señor Raynor, maestro de escuela" nos cuenta la historia de un hombre que utiliza su imaginación para evadirse de la realidad, un hombre que fantasea en secreto sobre lo que nunca podrá alcanzar, mientras debe enfrentarse a una clase de alumnos resabiados e indisciplinados. "El partido" nos muestra cómo la derrota de su equipo repercute en un hombre, de modo que sus reacciones serán implacables y malhumoradas hacia todo lo que le rodea. "La desgracia de Jim Scarfedale" es otra pequeña joya que se presenta como un juego de espejos y en la que un narrador prepotente nos habla del tímido Jim Scarfedale, a la vez que lo juzga y lo critica. Y, por último, "Ocaso y caída de Frankie Buller", un texto nostálgico, recuerdos de niñez, de juegos en la calle, de peleas y, especialmente, la historia de Frankie Buller, su paso a la madurez, su recorrido vital por una existencia carente de oportunidades. La realidad es capaz de imponerse con toda su crudeza incluso sobre aquellos que viven en un mundo hermético y privado y que se niegan a crecer.
Un desfile de personajes sin oportunidades, marginales, apartados de la lucha por salir de la miseria, condenados a pelear en las condiciones más duras. Se trata de un libro compacto, que recuerda un poco a la narrativa española de posguerra, por su carga de denuncia social, por su crudeza, su impotencia y rabia hacia un mundo que se desmorona y arrastra con él a los seres humanos.
Alan Sillitoe tiene un estilo directo, nada poético, sin adornos, y expresa sin rodeos la indignación, la sensación de derrota, la amargura... Sus historias podrían situarse en un estadio inmediatamente anterior al minimalismo. Su interés por los personajes es indiscutible. Algunos relatos se centran en un episodio puntual y otros se desarrollan a través de los años, de toda una vida. Y tiene una especial capacidad para anudar el estómago del lector, para erizarle los cabellos. En este sentido, no es un libro condescendiente. No nos hará sentir mejor después de su lectura sino que nos dejará noqueados, como se queda el director del reformatorio del primer relato, con la boca abierta.
Miguel Sanfeliu
(FUENTE)
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