miércoles, 2 de julio de 2014

Cinturón de castidad de Maruja Barrig

Cinturón de castidad 
de Maruja Barrig 
La mujer de la clase media en el Perú
Mosca Azul Editores - Lima - 1979

+INFO Y FOTOS EN 
http://www.ayconstanza.com/antropologia/cinturon-de-castidad-de-maruja-barrig-la-mujer-de-la-clase-media-en-el-peru/

Cinturón de castidad: 25 años después
por Rocío Silva Santisteban
La Insignia. Perú, diciembre del 2004.

Han pasado veinticinco años desde que se publicó la primera edición de Cinturón de castidad. La mujer de clase media en el Perú, escrito por la periodista Maruja Barrig y editado por Mirko Lauer y Abelardo Oquendo a través de Mosca Azul. El texto, compuesto por una introducción histórico-social y tres testimonios, caló profundo entre las mujeres y hombres que lo leyeron y ha devenido hoy en un clásico de los estudios sociales.
Leí el libro cuando tenía 17 años, el año 1980, fecha del retorno a la democracia y a su vez del inicio de la lucha armada por Sendero Luminoso. Ese mismo año estaba haciendo mi primer ciclo en la universidad y compraba libros gracias a una cuenta que mi padre tenía en la vieja librería del Jirón Azángaro de don Juan Mejía Baca. Debo confesar que primero leí los testimonios, y luego las palabras introductorias; y que ambas partes dejaron una huella muy profunda en mí, tanto así que el primer poema que publiqué en mi vida, en el año 83 y en la revista Haraui del recordado Paco Carrillo, llevaba por título Cinturón de castidad (fue ahí cuando comencé con esta larga historia de homenajear plagiando).

A veinticinco años me toca preguntar y analizar por qué esa marca, por qué significó este libro tanto para todas nosotras, las "pequeñas burguesas ilustradas", adjetivos que usa la autora, que atravesaríamos luego los difíciles y durísimos años 80 en el Perú. El libro es, en realidad, el inicio de algo que podría llamarse posfeminismo puesto que, desde un comienzo, se sitúa críticamente en relación con el feminismo en el Perú, "en el curso de la investigación y redacción de este libro he observado con menos prejuicios que antes a los movimientos feministas en nuestro país" (13) dice Barrig, pero con prejuicios al fin, digo yo. Aunque, a su vez, para otras lectoras durante esos años 80, Maruja Barrig era una feminista: quizás no estábamos tan enteradas de las sutiles diferencias entre unas feministas y otras "no tan" o "más radicalmente" feministas. El asunto es que el libro trataba, desde una perspectiva radicalmente crítica, un tema que nos podía parecer absolutamente importante: nosotras mismas.

Personalmente creo que el libro impactó por varios motivos entre los cuales quisiera destacar los siguientes:

Lo íntimo testimonial

Creo que la autora realmente acertó presentando el tema como una propuesta testimonial, puesto que el testimonio es un género literario de no ficción que se acerca mucho al periodismo, pero también a lo autobiográfico, y plantea de entrada una relación de intimidad con el lector o lectora. Por otro lado, la gran ventaja del género testimonial es la frescura de la oralidad. En cada uno de estos testimonios la huella de "conversación" es tan firme que realmente una siente, como lectora, que se encuentra frente a una confesión de parte, frente a alguien que se acepta tal cual pero a su vez indaga sobre sus problemas en voz alta, y además, convierte a sus historias más íntimas en confidencias.

El nivel de confesión de las tres mujeres anónimas que narran sus historias es admirable. Es tan admirable que aquéllas no tengan reparos en abrirse, como que la entrevistadora haya logrado captar un alto grado de sinceridad incluso cuando esta sinceridad haya sido falsa. Me explico: hay detalles que, definitivamente, abren el canal de comunicación y lo limpian para conectarnos a través no sólo de la racionalidad, sino de la emoción. La empatía es inmediata y, por lo tanto, la posibilidad de plantear cuestionamientos a lectores y lectoras mucho más viable porque estos testimonios funcionan como un espejo: es imposible no pensar en los propios problemas de pareja cuando se leen estos problemas de pareja, o en las posibilidades de militancia política cuando se escuchan estas historias frustradas, tan parecidas, a las que unas y otras vivíamos durante estos años 80.

Precisamente uno de los mejores testimonios, el primero, logra a pesar de las distancias ideológicas o vivenciales, porque no se trata de una "pequeño burguesa" sino de una exponente de la alta burguesía venida a menos, conectarse con esos núcleos comunes de las mujeres "de clase media". Y es así que, junto a ella, también podemos cuestionarnos las formas erróneas de auto-afirmación que desplegamos, con tanto esfuerzo, en los diferentes momentos de nuestras vidas: "mi autoafirmación como mujer se manifestaba en el terreno de lo sexual […] en algún momento el sexo fue para mí el descubrimiento y puse el énfasis ahí. Creo que luego no" (130).

La cuestión ideológico-cultural

Este libro insiste en un tema que aún hoy no está en la primera página de las agendas feministas: la cuestión ideológico-cultural. La autora señala que el título se refiere a ese "cinturón de castidad mental" que son las barreras ideológicas impuestas y asumidas por las mujeres. Cuando se explora las historias de vida de estas mujeres lo principal es cómo se ha ido tejiendo la red de dominación a lo largo de sus vidas: de qué manera se han ido auto-saboteando, la importancia que tiene no sólo la pareja y los hijos, sino el amor como ideología; el rol secundario de la mujer en los espacios públicos vinculado con su auto-ninguneo como ciudadana. El rol privado, a su vez, está puesto en contexto en la introducción del libro: Barrig realizada una breve pero bien documentada historia de la las ideas de dominación de la mujer en el Perú, rastrea citas clásicas de la misoginia y el machismo como aquéllas del demócrata cristiano Héctor Cornejo Chávez, o del exaprista y luego fujimorista Enrique Chirinos Soto o de aquellos párrocos que combatían el divorcio vinculándolo, a través de funambulescos saltos especulativos, con el comunismo.

Por otro lado, el gran avance de libertad sexual de los años 70 en Lima se respira no sólo en los testimonios sino en la amplia documentación de la disidencia femenina, desde la búsqueda genealógica en las historias de las novelas de Clorinda Matto hasta las descripciones de Flora Tristán, así como en la propia crítica del libro a la ideología mariana y a la doble moral de la burguesía limeña de ese entonces y sus exigencias sobre la virginidad, el matrimonio por conveniencia y, por último, la vuelta de tuerca a todas estas exigencias morales desarrolladas desde la cotidianidad criolla por el estereotipo de la maroca, la muchacha pobre que intenta, a través de la manipulación de su sexualidad, arribar socialmente; estereotipo hoy evolucionado en la jugadora.

Por otro lado, a partir de este entramado cultural en el que se permite la libertad del varón debido a su "sexualidad incontenible", y se exige una sexualidad controlada aunque "liberal" de las mujeres universitarias, en un mundo donde todavía se veía mal que esta libertad sea ejercida con verdadera autonomía, se generan huellas casi convertidas en traumas de las burguesas ilustradas: "Hay una imagen en mí, que yo quiero que siga funcionando en los demás. La gente que está a mi lado, que me quiere, debe pensar que todavía hay muchos elementos que no se definen en mí. La gente que me conoce poco debe tener la imagen de una mujer tratando de afirmarse constantemente y que maneja sus relaciones con hombres de manera manipulatoria. La gente que solamente oyó hablar de mí debe de pensar que soy una puta intelectual. Yo solía pensar que esto último me divertía, pero no […] Me afecta el que dirán después de tantos años de pensar que me importaba un comino" (131). Este temor por ser vista como una "puta", aun cuando se trate de una puta intelectual, ha sido uno de los lastres contra los cuales muchas hemos tenido que acarrear para reafirmar, desde la sexualidad, nuestra autonomía social. Pero, lo peor de todo, es que "el qué dirán", esto es, las expectativas sociales sobre nuestro accionar en todos los niveles, sigue manteniéndose apuntalado por una serie de engranajes sexistas, machistas y misóginos que, en el peor de los casos se han convertido en base para perpetrar toda clase de violencia contra las mujeres, y en el mejor de los casos -es una manera de decir, claro- se han invisibilizado de tal manera que hoy conforman lo que tan acertadamente Patricia Ruiz Bravo ha bautizado como el machinario, esto es, la maquinaria del machismo solapado.

La autora pone (parte) del cuerpo

Hay un riesgo en todo libro de este tipo cuando se plantea un acercamiento de índole personal-intuitivo. Se requiere de una rigurosidad muy especial para poder ser, a su vez, seria e intuitiva, ese término que a muchos rigurosos científicos les molesta en demasía. Ahora que he vuelto a leer el texto, pensé que me había equivocado cuando leí las primeras líneas, la autora en primera persona habla de su experiencia como esposa de un hombre que trabaja en una empresa donde se está formando un sindicato. Incluso regresé sobre esas líneas para cerciorarme que estaba leyendo bien. Pues me sorprendió el nivel de acercamiento, de exposición de la autora, desde ese primer párrafo inicial. Este es uno de los motivos por los cuales creo que el libro también enganchó: porque quien lo escribía no se paraba encima de la torre de alta tensión del árbitro-autor sino que, también, mostraba las costuras y las manos manchadas de tinta. Este gran detalle, junto con las otras características señaladas líneas arriba, supuso un gesto de alto rendimiento político.
Fuente http://www.lainsignia.org/2004/diciembre/cul_043.htm

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