de Angel Maria Vargas
Letras de la Memoria - Argentina - 2003
El hombre que olvidó las estrellas
El único libro estrictamente literario que Vargas (además de los cuentos aparecidos en diferentes medios nacionales y provinciales) publicó en vida, corresponde a la colección de nueve relatos que el escritor reuniera bajo el título del primero de ellos: El hombre que olvidó las estrellas (1940). Con el correr de los años, vieron la luz diferentes ediciones de su obra. En 1986, aparece una selección de textos (seis poemas y seis cuentos, tres de los cuales pertenecían a la obra de 1940) en la colección Cacique Coronilla de la Dirección de Cultura de la Provincia de La Rioja a cargo, en aquel entonces, del escritor Héctor David Gatica.
En 1999, la Biblioteca Mariano Moreno edita en su Colección La Ciudad de los Naranjos, este volumen en el que se agregan, a los nueve textos originales, dos de aparición posterior a 1940.
Una voz poética que multiplica las voces de seres anónimos.
La mayoría de los relatos de Ángel María Vargas están ambientados en La Rioja pueblerina o rural, una Rioja habitada, las más de las veces, por personajes sencillos y pobres, usuarios –como hablantes– de un registro verbal no escolarizado, y protagonistas de hechos cotidianos que van desplegando en su devenir toda una galería de caracteres que revelan al gran conocedor del alma humana que les da vida en su mundo narrativo. Y, aunque estos personajes se mueven dentro de un escenario regional y costumbrista, los temas abordados y la profundidad de su tratamiento les otorgan dimensiones universales. Las relaciones humanas problemáticas –especialmente familiares–, la pobreza, la muerte, la angustia, la infancia, la valoración de la naturaleza... son motivos que componen la trama de estas historias expresadas en un discurso narrativo desbordante de lirismo y con una ductilidad admirable en el empleo del diálogo en diferentes registros léxicos, que transparentan la pluma de un sabio observador: sus personajes se nos muestran absolutamente verosímiles, no sólo en sus acciones sino también en el remedo del habla propia del pueblo y en el empleo de un vocabulario regional, en este caso salpicado de términos riojanos.
Datos y texto: Marcela Mercado Luna
Por Marcela Mercado Luna
Nació el 25 de septiembre de 1903, en la ciudad de Rosario. Sin embargo es considerado uno de los más altos exponentes de la narrativa riojana, pues él mismo adoptó como propia a esta tierra a la que llegó con sus padres, siendo muy joven, y en la que formó su hogar y desarrolló una nutrida labor intelectual, dejando la impronta de su vocación, especialmente orientada al periodismo y a las letras.
Fundador del diario “La Rioja” y de las revistas “Don Joaquín” y “El Cardón”, fue también columnista de La Prensa y La Nación, entre otras publicaciones. Además, siempre cercano al grupo Calíbar, colaboró –según lo señala H. David Gatica en su Mapa de la poesía riojana– en el primer y único número del órgano homónimo de aquel movimiento cultural sin precedentes en la vida riojana.
Es cierto –y muchos riojanos no lo olvidan– que en el marco de la actividad periodística, cobró notoriedad en la escena provincial su posición totalmente contraria a la prédica de Monseñor Enrique Angelelli, actitud (compartida por gran parte de la sociedad riojana conservadora de entonces) que en el caso de Vargas se hacía pública a través de sus expresiones y de los severos juicios de valor contra la pastoral del Obispo lanzados desde la revista Don Joaquín. Sin embargo, aun este aspecto de su personalidad forma parte de la pasión misma con la que vivió sus convicciones, algunas de ellas, sin duda erradas, especialmente cuando las miramos desde la perspectiva de la historia, que tiende a echar luz sobre los hechos a medida que se distancian en el tiempo.
Militó además en política, en el partido justicialista, y estuvo en la función pública (fue Ministro de Gobierno, Intendente Municipal y presidente del IPSAS). Trascendió su labor favorable a las artes durante su gestión como intendente capitalino, ya que impulsó la creación del Museo Municipal de Bellas Artes Octavio de la Colina, entre otras realizaciones tendientes a promover la actividad cultural con la que siempre se mostró comprometido. (Fue También integrante de la Junta de Historia y Letras de la Rioja y de la Biblioteca Mariano Moreno, entre otras muchas actuaciones).
Pero no es la intención de esta reseña analizar su actividad pública, ni juzgar sus ideas políticas o sus acciones (que a veces lo enfrentaron con gran parte de la sociedad en notorias polémicas) sino valorar la importancia de su obra literaria, en el entendimiento de que –como todo objeto de arte– ésta constituye, en sí misma, un universo autónomo, independiente de su autor. Se puede o no estar de acuerdo con Ángel María Vargas: podemos aplaudir sus notas periodísticas o indignarnos hasta el resentimiento frente a sus escritos contra Angelelli, pero jamás desconoceremos la trascendencia de sus cuentos, cuya calidad está fuera de cualquier discusión. Prueba de ello es que, luego de la muerte de su autor acaecida en 1976, siguieron apareciendo distintas ediciones de su obra.
Para dimensionar el valor de la producción cuentística de Ángel M. Vargas, bástenos recordar que “El Delantal” se incluye en el volumen de cuentos reunidos por Carlos Mastrángelo bajo el título de 25 CUENTOS ARGENTINOS MAGISTRALES editado por Plus Ultra: allí figura junto a “El Sur” de J. L. Borges, “El Calamar opta por su tinta” de A. Bioy Casares y “La continuidad de los parques” de J. Cortázar, sólo por citar a tres autores indiscutidamente célebres. El cuento “La Sopera”, por su parte, integra la antología CUENTOS DEL NOROESTE del Centro Editor de América Latina. Textos de Vargas fueron incluidos también en: 16 CUENTOS ARGENTINOS, EL CUENTO HISPANOAMERICANO, CUENTISTAS DEL INTERIOR, entre otras muchas antologías. Obtuvo premios nacionales –muchos– por sus producciones.
En 1999, la BMM publicó todos sus cuentos bajo el título de El hombre que olvidó las estrellas.
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