lunes, 15 de noviembre de 2010

La amortajada por Maria Luisa Bombal

La amortajada
de Maria Luisa Bombal
Andina - Buenos Aires - 1972
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Esta pequeña novela arranca a partir los pensamientos de Ana María desde su ataúd.
"Y luego que hubo anochecido, se le entreabrieron los ojos. Oh, un poco, muy poco. Era como si quisiera mirar escondida detras de sus largas pestañas.
A la llama de los altos cirios, cuantos la velaban se inclinaron, entonces, para observar la limpieza y la transparencia de aquella franja de pupila que la muerte no había logrado empañar. Respetuosamente maravillados se inclinaban, sin saber que ella los veía. Porque ella veía, sentía."
Los sucesos se van entrelazando, envolventes, a través de recuerdos cuya secuencia alterna distintas voces narrativas en diversos planos temporales que se suceden mediante sutiles disolvencias que apenas se perciben.
La protagonista narra su historia en forma fraccionada de acuerdo a quienes la visitan en su lecho mortuorio, mediante una introspección propiciada principalmente por su relación con tres hombres: Ricardo, el amor de juventud nunca olvidado; Antonio, el marido tan amante en un principio y distante después, y Fernando, un tercer personaje un tanto desdibujado ante la fuerza de los otros dos, quizá porque los sentimientos de ella no lograron dirigirse a su persona, aunque la conexión entre ambos llega a transformarse en una dependencia perversa.
Estos vínculos se recrean con profundidad desde la perspectiva femenina, y se plantean repletos de las paradojas propias de la condición humana: situaciones de aversión, rechazo, acercamiento o pasión que penden de caprichos momentáneos, de indecisiones, del muro protector que cualquiera puede construir a su alrededor y que no permitirá la entrada a ningún sentimiento doloroso o feliz, a pesar de que las condiciones necesarias para este último se vislumbren, en cierto sentido, al alcance de la mano.
Tras haber transitado estos escenarios en la etérea y onírica compañía de la amortajada, cuya existencia pendió siempre tanto de los avatares del sexo opuesto como de su propio capricho, nos encontramos con una mujer que descubre que su vida se había mantenido asida al cuerpo a través del odio, y que sólo pudo deslindarse de este sentimiento cuando, al morir, percibió que se había evaporado sin que permaneciera tampoco en ella algún efluvio afectuoso.
La idea de morir como "un acto de vida", capaz de revelar tantas sensaciones encubiertas por ella misma y por los demás, es el pretexto para narrar una magnífica historia cuyo manejo del lenguaje es excepcional.
Todo el libro se construye en base a bellas imágenes sugerentes, reminiscentes y sensoriales:

"Imaginé, al principio, que la primavera se complacía, así, en languidecerme. Una primavera todavía oculta bajo el suelo invernal, pero que respiraba a ratos, mojada y olorosa, por los poros entrecerrados de la tierra."
"Fue como si del centro de sus entrañas naciera un hirviente y lento escalofrío que junto con una caricia empezara a subir, a crecer, a envolverla en anillos hasta la raíz de los cabellos, hasta empuñarla por la garganta, cortarle la respiración y sacudirla para arrojarla finalmente, exhausta y desembriagada, contra el lecho revuelto." (FUENTE)





Nació en Viña del Mar, Chile, en 1910. En 1922 se traslada con su familia a París; realiza estudios en La Sorbonne donde presenta una tesis sobre Prosper Mérimée. En 1931 regresa a Chile y de ahí, en 1933, se traslada a Buenos Aires donde publica sus primeros cuentos en la revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo, revista de la que también fuera colaborador Jorge Luis Borges.
María Luisa Bombal es autora de tres novelas breves: ¨La Amortajada" (1938), "La última niebla" (1935), "La historia de María Griselda", y cuatro cuentos cortos ("El árbol", "Las islas nuevas", "Trenzas" y "Lo secreto"); nada más le bastó para ubicarse como punta de lanza de la literatura sudamericana.
Es la adelantada del llamado "realismo fantástico", en que sobresale después Gabriel García Márquez (que declara influencia de sus lecturas de María Luisa Bombal), y últimamente Isabel Allende, también de Chile, que la leía desde niña.
Al igual que Borges, juega con la realidad y la fantasía y en sus obras es difícil distinguir cuándo está hablando lo real, cuándo lo fantástico. Contrapone María Luisa Bombal el terreno de la magia y del sueño de un mundo femenino con la brutalidad de un cierto mundo masculino.
 La belleza de sus obras y la imaginación aparte que exploró María Luisa Bombal en sus textos, hacen exclamar al célebre autor argentino Jorge Luis Borges: "No se ha escrito ni se escribirá prosa semejante". Se devolvió a la distancia en la década de 1980.
En 1944 María Luisa emigró a los Estados Unidos. En 1970, tras la muerte de su marido, regresa a Chile donde fallece el 6 de mayo de 1980 desapareciendo así una de las grandes voces de la narrativa hispanoamericana.
A continuación, Notas autobiográficas de María Luisa Bombal
“Nací el 8 de junio de 1910. El primer cónsul alemán en Santiago fue mi bisabuelo y su apellido era Precht. De modo que, por mi madre, venimos de los alemanes de Valparaíso que después, como tú sabes, se fueron a Viña del Mar. Mis ancestros eran hugonotes franceses que emigraron a Alsacia y el tipo que mato a Chejov era pariente nuestro... Amado Alonso siempre me hacía bromas respecto a esto y yo le contestaba "¡Pero qué culpa tengo yo!"... Por el lado de mi padre, los Bombal llegaron a Chile huyendo de la dictadura de Rosas... Muchos años después me impactó la dictadura de Rosas, pero, en la niñez, las historias de su crueldad eran una leyenda para mí (canta) "Ibamos a aunarnos / nos traicionó / y en la victoria / se quedó".
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“Como a los 8 años, escribí mis primeros poemas que eran muy malos. A la luna, a un canario y unos versos que elogiaban los copihues blancos. Cuando se lo mostré a mi tío Roberto, él dijo: "Ay, esta niñita ¿por qué no escribe sobre los copihues colorados? ¡Qué lata! ¡Copihues blancos! ¡Qué tontería! ¡Qué desabrido!", pero, para mí, hasta ahora, los copihues blancos y la lluvia son la verdadera acogida del sur... Mi padre murió cuando yo tenía nueve años, era su hija predilecta y un tío decía que, si al retrato de mi padre le sacábamos el bigote, era igual a mí. Mi madre nos leía los cuentos de Andersen y de Grimm, los traducía directamente del alemán. Nosotros nos sentábamos y ella nos leía de ediciones alemanas, así que crecimos leyendo todo lo nórdico, todo lo alemán, desde chiquitas... más que lo chielno, todo lo nórdico. De modo que nos educamos dentro de esa línea.”.
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“Un libro que me impresionó mucho, yo creo que es el único que me ha inspirado profundamente, lo habré leído a los catorce años porque me lo dio mi primo Antonio Bombal que era muy poeta, muy escritor, pero nunca publicó nada, es Victoria, de Knut Hamsun, noruego. Eso sí que me ha inspirado toda la vida, creo que fue la base. Si yo tengo alguna influencia fue eso, claro que después lo he releído y lo encuentro mucho más materialista que yo...”
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“En Chile pasaba mis vacaciones en Malleco, en el fundo de los Möller, ¡era tan lindo!, también a los ocho años empecé a estudiar violín con Paco Moreno, quien decía que yo tenía muy buen arco, pero me pilló que tocaba de memoria porque la cabeza nunca me dio para la música, igual que Brígida en El árbol. Después ya no estudié más violín, o era la literatura o la música, no se pueden hacer las dos cosas.”
“A los diecisiete años, escribí una tragedia de amor y se la mostré a Ricardo Güiraldes, que era muy amigo de mi familia y él, desde entonces me empezó a llamar "colega", ¡imagínate! Algo increíble es que en esos años en París, yo iba a la misma iglesia a la que iba quien fue mi marido con sus hijos, que tienen la edad mía... Y, a los dieciocho, entré a la Sorbona donde obtuve un certificado de literatura francesa. Yo quería seguir con la literatura hispánica, pero, para eso, debía ingresar al programa de literatura comparada y ahí exigían el latín... ¡qué lata!... ¡el latín me pareció insoportable! y por eso no soy licenciada en Letras. Ya en el liceo leí a Pascal que también es muy lógico, y cuando yo era joven, ¡era muy lógica!... Fui gran lectora de Paul Valery, aunque ahora hace años que no lo he leído... A Baudelaire y Verlaine sí que los leo siempre, esa música como que me alivia.”
“En la Sorbona, mi profesor Ferdinand Strowski nos hizo escribir un cuento a la manera de Perrault y yo escribí un cuento muy misterioso. Se trataba de un hombre con un sentido alegre de la vida que llegaba silbando a una habitación. Y así estaba, muy contento, cuando empezaba a sentir la presencia de alguien detrás de una cortina, presentía a alguien. Entonces él le hablaba, pero no podía nunca ver a esa presencia que él amaba... "¿Por qué es usted tan trágica?", me preguntó Strowski cuando me entregó el primer premio. No le contesté nada, pero era la imaginación que se adelantaba a lo que yo era.”
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“En París, también estudié arte dramático con Charles Dullin, lo hacía escondida. Mi mamá se vino y yo me quedé en París con mis tíos, vivía en un pensionado, pero pasaba los fines de semana y las vacaciones con ellos. Tú comprendes que en esa época meterse al teatro era de lo peor... Entonces Dullin utilizaba a sus alumnos de la escuela para salir a escena a hacer papeles menores, por ejemplo, entrar y decir "La comida está servida" (tono teatral) ¿comprendes tú? (ríe) El hijo de don Quijote se llamaba la pieza, todavía me acuerdo del nombre, entonces yo vestida pasaba con una bandeja, unos amigos de la familia estaban entre el público y fueron a decirle a mi tío Pepe. Al otro día mi tío fue y me volvió a ver salir a escena, ¡qué escándalo! Mi tío, muy serio, me llamó y me dijo "María Luisa, te sales del teatro ahora mismo y le escribiré a tu mamá diciendle que, de ahora en adelante, no nos hacemos más responsables de ti". Así que por eso renuncié al teatro, pero, en el fondo, renuncié porque no era mi vocación.”
“En esos años estaba Huidobro en París con la chiquilla Amunátegui, no se habían separado todavía, pero no lo conocí porque casi todos los amigos nuestros eran franceses. A quien sí que conocí fue a la Teresa Wilms, la mamá de la Silvia y de la Chepa. La Chepa era una fregada, se peleaba mucho con su mamá, así como yo con mi hija. La Teresa era de la edad de mi madre, de la generación anterior. Don Guillermo, taaan alemán... Era una familia muy rara, imagínate que en una taza de té, el mozo servía vino... (ríe).
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“Cuando regresé a Chile en 1931, sentí una gran alegría, estaba muy contenta yo. Inmediatamente me conecté con los intelectuales, con Marta Brunet, con Pablo y Barrenechea. De repente, entonces pasé al mundo de los intelectuales, así que no sufrí el cambio porque todos estaban muy unidos con Francia también. Ese año se produjo la caída de Ibañez y desfilé con ellos porque mataron a un médico a las cuatro de la mañana porque había toque de queda... y el pobre iba a atender a un moribundo. Entonces se hizo esta enorme manifestación y desfilamos todos, yo era muy jovencita... Eso fue lo que hizo renunciar a Ibáñez porque vio pasar a todo Chile....”
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“Partí a la Argentina en 1933 y me fui a vivir a la casa de Pablo Neruda, que estaba casado con Maruca, él era cónsul de Chile. Pablo no iba a ninguna parte sin mí y su mujer, pero ella se aburría tanto, fíjate, que en las reuniones sociales pedía permiso y se recostaba. Pablo corría a taparla... Así que yo era la compañera de Pablo y así conocí todo el ambiente artístico, hasta al propio Matos Rodríguez.... “
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“En esa época conocí también a Borges, pero él circulaba en un mundo más cerrado, más intelectual. Nuestro grupo era más literario... Oliverio Girondo, Norah Lange, Federico García Lorca, Conrado Nalé Roxlo, Alfonso Reyes... Georgie era de un grupo más intelectual, pero me hice íntima de Georgie... Todos estos grupos eran muy unidos en el fondo, se respetaban entre ellos, no se veían porque se aburrían...” A Victoria Ocampo yo no la visitaba porque me aburría... Además yo también tenía mi grupo de filólogos, pues, He...
“Federico García Lorca estrenó sus piezas de teatro en Buenos Aires, y mi marido, Jorge Larco, fue el decorador de todas esas obras... Como un año estuvo en Buenos Aires, después se fue y ésa fue su muerte. Cuando partió, fuimos todos a dejarlo, y cuando el barco se alejaba, gritábamos: "¡Federico! ¡Federico! ¡Federico!" (conmovida). El presentía su muerte, el día que partía estaba muy triste y yo entonces le pregunté: "Pero Federico, ¿que no estás contento de regresar a tu tierra?", y él me respondió: "No, chica, allá van a pasar cosas terribles"....
“....Con Borges paseábamos por el riachuelo, él me contaba lo que escribía y yo le contaba lo que escribía. Una tarde le hablé de La amortajada y me dijo que ésa era una novela imposible de escribir porque se mezclaba lo realista y lo sobrenatural, pero no le hice caso y seguí escribiendo...”
Fuentes Internet:

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